Por definición, el corredor de seguros es un profesional independiente (es decir, no vinculado a ninguna entidad aseguradora) que ofrece un asesoramiento profesional e imparcial a sus clientes, estableciendo recomendaciones para ellos en base, por un lado, a sus criterios como especialista y, por el otro, a las características específicas de quien tiene enfrente. Su triple ámbito laboral de prestar asistencia, información y asesoramiento le confieren todavía un papel más relevante en esta coyuntura tan excepcional que atravesamos, y en la que los usuarios necesitan personas expertas en las que apoyarse para que atiendan sus dudas y les aconsejen sobre las alternativas más propicias a seguir.
Como mediador de seguros titulado, el corredor tiene unas capacidades y unas exigencias mucho mayores que otro tipo de profesionales, como, por ejemplo, los agentes, que le otorgan la máxima honorabilidad y reputación, además, por supuesto, de habilitarle para ejercer tareas como el comercio. Por ejemplo, en el caso de la realización de un análisis objetivo para los clientes, los corredores suelen valorar y analizar propuestas de varias aseguradoras diferentes, procurando recoger en todas ellas las necesidades de los usuarios así como su criterio profesional.
Mediador y consejero
En su rol de intermediario entre asegurado y compañía, el corredor es la persona idónea para, en una primera instancia, responder a todas las cuestiones técnicas o de otro tipo que les surjan a personas que, en principio, no tienen por qué ser especialistas en temas relacionados con el sector y, además, poder trasladar a las entidades las inquietudes de sus clientes, pudiendo más adelante comunicarles su respuesta en un lenguaje preciso pero, a la vez, comprensible para que puedan comprender todas las implicaciones que les puede suponer tomar una decisión u otra.
Es decir, que al no tener ninguna vinculación con las compañías aseguradoras, puede actuar con la libertad y objetividad máximas para defender por completo los intereses de los usuarios, pudiendo delegar estos en él toda la labor de mediación profesional sabiendo que se encuentran en las mejores manos. Todo un aval de garantías en estos momentos de incertidumbre generalizada, en donde los clientes no saben si la reciente crisis sanitaria puede haber tenido alguna clase de repercusión en los productos que tienen contratados o si es el momento adecuado para suscribir o modificar alguno.
El valor de la experiencia
Este conocimiento de la actividad es capital para poder atender con éxito cualquier demanda de un cliente, que, en momentos como el actual, es bastante factible que tenga que ver, por ejemplo, con alguna discrepancia con la aseguradora o con el retraso en el pago de un siniestro.
En estos supuestos y en muchos otros el corredor ejerce tareas de mediación para representar sus intereses, velando siempre porque los requisitos de las pólizas que contraten sus clientes garanticen su nivel de eficacia en caso de siniestro.
Por todo ello, es posible sintetizar los beneficios de contar con el soporte de un corredor en la actual coyuntura, en:
- La máxima profesional para asesorar que póliza es la que más se ajusta a cada interesado, gracias a la formación específica de que disponen y al permanente conocimiento ‘sobre el terreno’ que logran con su especialización en el sector.
- Atención personalizada e imparcial, ya que siempre lucha por los intereses de sus clientes para conseguirles el mejor precio y las coberturas más adaptadas a sus necesidades.
- Valor añadido indispensable como profesional que vela en todo momento por sus clientes desde el prisma de la objetividad.
- Asistencia y asesoramiento en caso de siniestro ante una aseguradora, prestándole ayuda para conocer cómo es posible reclamar, si existe derecho a optar a alguna indemnización o los límites de las coberturas contratadas.
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